Insistentemente calificado de platónico, estoico, teísta, filósofo de la ilustración, Shaftesbury resiste, en realidad, toda clasificación definida. Fiel a su época su filosofía respondía, en parte, al movimiento de vuelta a la antigüedad clásica, iniciado por los platónicos de Cambridge contra la filosofía mecanicista de Descartes y sobre todo de Hobbes, que hacían peligrar la religión y la moral de las Escrituras; pero respondía también, y en gran parte, al espíritu de los nuevos tiempos que quería sacar a la filosofía del gabinete y llevarla no sólo al pulpito, sino a los salones y, quizá, a la calle. A diferencia de los platónicos de Cambridge, que habían escrito en estilo elevado, y combatido a Hobbes con doctrinas teológicas, Shaftesbury adopta un estilo más llano, aunque elegante, con el que se dirige al hombre culto, al cortesano en el mejor sentido de la palabra, y defiende las buenas costumbres, la moral y el arte. (de la introducción de Delia A. Sampietro, traductora de la obra)
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