El mundo virtual que prometía mejorar las comuncaciones entre los individuos, acaba formando una sociedad solipsista. Una tecnología que claramente facilita y acelera los contactos, paradójicamente inhibe el diálogo. En consecuencia, las calles se llenan de zombies, los colectivos y trenes de sonámbulos, las plazas y los parques de solitarios. ¿Pero sólo es eso? ¿Cómo es que las pantallas ya saben lo que estoy buscando? Es evidente, entonces, que además estamos siendo vigilados. ¿Por quién? ¿Para qué? Por supuesto que esto tampoco es nuevo, la modernidad, ya sabemos gracias a Foucault, había erigido sobre nosotros otros centros de vigilancia, otros encierros: la familia, la escuela, la fábrica; pero eran instituciones que en general apreciábamos y de algún modo habíamos hecho nuestras (por supuesto como parte de unos “aparatos ideológicos”), aunque por momentos buscáramos estar solos, escabullirnos en ciertos rincones o incluso rechazarlas. Sin embargo, cuando levantamos los ojos de las pantallas de nuestro celular, ¿podremos encontrar ese rincón donde ocultarnos, esa exterioridad a la que salir? Difícil.
Licenciado en Comunicación Social. Fui decano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP (1995/1998), Secretario de Asuntos Académicos (1989/1995) y Secretario de Planeamiento (1998/2001). Secretario de Medios de la UNLP (2001/2004). Fundé el canal de televisión de la UNLP (2010/2014). Dirigí la revista Oficios Terrestres. He dirigido durante varios años el Programa de Investigación Comunicación y Sociedad de la Información en FPyCS.. Publiqué los siguientes libros, Comunicación y medios (2001), ¿El fin de los medios? (2008), en Ediciones de Periodismo y Comunicación. Sacar la escuela de la escuela (2013), en ediciones CCP. ¿Qué pasa en la escuela? (2019), editado por ACEP/Fundación Konrad Adenauer. También soy autor de la novela Peces rojos, de ediciones Al Margen (2012).
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