Rubén Darío murió el 6 de febrero de 1916 en su tierra natal, Nicaragua. Entre las noticias tremendas de la guerra europea, el fallecimiento del poeta fue comentado como una pérdida esencial para todos los países de lengua española. A poco, los homenajes postumos se sucedieron sobre la misma pauta valorativa: los escritores más importantes de esta América y de España consideraron altamente representativa la obra dariana, y celebraron su influencia sin la necesidad de deslindar lo perecedero de lo permanente. Los rechazos comenzaron a expresarse con decisión después de 1920, cuando los jóvenes descubrieron y gustaron la literatura europea de postguerra. Muchos de los nuevos consideraron a Darío como un poeta extranjerizante, encandilado por el prestigio de lo francés y enclaustrado por un esteticismo que lo había llevado a la obsesión de la palabra prestigiosa, sancionada por su aureola estética.
NotasMaterial digitalizado en SEDICI gracias a la colaboración del Sr. Alejo Marschoff.
Departamento de Letras, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP)
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